domingo, 26 de febrero de 2012

Guiño para el rock.

Hoy no es día de contar experiencias de mi bélica existencia, es momento de honrar al mundo del rock como se merece y de saludar con respeto a todos sus seguidores.

El rock es una fuerza sobrenatural que te saca tu león interior, te sacude y te dice algo así como "tu puedes. hazlo ahora". Admirarlo es confiar las emociones de uno en sus cambios de velocidad e intensidad. Escucharlo puede ser más que gratificante y tocar su música resulta hasta adormecedor (por increible que parezca).
Aún así, me sorprende la gente que lo desprecia, diciendo que sólo es ruido. Entonces debe de ser un ruido estimulante que es capaz de mover masas, e incluso ejércitos para los más rebeldes.

Siempre he dicho que rock es mi segunda novia (no mencionaré nombres, pero recuerdos para "x", por decirme que entonces nací infiel). Tengo que reconocer que hasta que no me dejé los dedos en una guitarra eléctrica no aumentó mi alta estima hacia estos guerreros del rock, que siempre aparecían después de los conciertos con un "piti" en la boca, una botella en la mano y una cara de "vive la vida que es más corta que una audiencia con el profe de europeo."

Ahora los veo como auténticos gladiadores de la sinfonía porque luchan cada día para poder coordinar cada nota con lo que quieren expresar. Amor, odio, esperanza, alegría, poder... todo vale. Mi guiño se encuentra especialmente dirigido para maestros de la esgrima guitarrera como Empu por su capacidad para cautivar al público con un toque personal y su movimiento de melena; Della Vega, debido a su disciplina y fuerza de voluntad que le han llevado a convertirse en una avispa veloz del rock y Eric Clapton, creador de un solo capaz de despertar a los búhos de día, es pura viveza y sonoridad múltiple.

A veces pienso que las palabras no harían nada sin la entonación apropiada, porque no tendrían un guía que las dirija. Y al igual que una sonrisa puede convencer a un niño de que no va a pasarle nada malo frente a una catástrofe humana; el timbre y el tono cambian perspectivas y miradas sobre cualquier situación.

Es por eso que la textura, las subidas y bajadas musicales son herramientas de un artista: el rock, y su molde es la vida.

¡rock n´roll! ;)

Un poco de autoexploración.

Esta semana han salido de muchas bocas unos cuantos "woos", señoras y señores, trikigaitas y otros comentarios más que esperados. En definitiva nos hemos puesto las máscaras. Demasiados formalismos, pasatiempos infantiles y algo de galantería.

En cuanto a mí, estos últimos dían han resultado ser un auténtico confesionario para lo trajeado que iba. Muchas veces no es fácil explicar lo rápido que cambian tus emociones con alguien y a uno le da la sensación de que está frente a un camaleón con alas. Sobre todo cuando ella es capaz de transformar algo pequeño en una genialidad cuando menos te lo esperas.

Además me recuerda a mi infancia. Entonces creia que podría con todo, que seria una estrella del rock sin importar lo que esperarían de mí. Encontraba un nido de hormigas en el hueco de un árbol y ya lo veía como una gran conquista. Parece que encuentro más de cerca la juventud y la belleza en la inocencia sana.

Después de todo quizás esté madurando, mis 19 añitos casi me saludan y como con todo capitulo a punto de finalizar quiero dejar la esencia de la intriga en las últimas páginas para que me haga querer devorar con más ganas el siguiente episodio de mi vida.

Intuyo que dejaré de cambiar de andén tan rápido; pero no es fácil en este siglo XXI donde la vida humana fluye a la velocidad de la luz y quedar es tan fácil como pulsar un simple tweet en un tablón informático.

Aún así, tengo un flanco desprotegido: las palabras y la mente. Juntas son dos diosas capaces de anclar este barco. Mientras no se encuentren, me temo que volveré a mi vida de naúfrago y esta vez el destino al que me dirigo tiene un nuevo nombre, Finlandia.

domingo, 19 de febrero de 2012

Un pequeño paraiso al descubierto.

Hay momentos en la vida de uno en los que debe perderse del mundo que consideramos civilizado, reordenar sus metas y volver a admirar la belleza de nuestro entorno. Aquella que se eclipsa por el fulgor de nuestras emociones y de nuestras galopantes conversaciones de café.

Hoy, después de meses sin haber atrapado con un puño el polvo del suelo riojano, me he dado cuenta de que la tierra está preñada (y eso que no es primavera). Hasta las ramas más punzantes han dejado sitio a sus hermanas las hojarascas y los retoños se han ofrecido a resguardarlos del sol.

Aquel escenario parecía imposible de reproducirlo en el teatro y le tentaba a uno a anclar una bandera con un pañuelo que dijera cual descubridor de las americas (yo estuve allí). El sonido de la pradera daba vida a cualquiera que se atreviera a escucharlo y la buena compañia endulzaba aún más la melodía.

Estoy seguro de que mañana me levantaré de un brinco y cargado de energía. Uno no puede buscarse un hogar indígena de este calibre y no poder recordarlo en forma de flashbacks durante por lo menos una semana. Es inhumano.

Quizás esté llegando la temporada de cambiar la ruta de las citas. Las aves emigran y los humanos quieren dejar su sello en nuevos rincones desconocidos. Al igual que el niño no quiere abandonar la charca caliente que ha logrado hallar al cavar con su propia pala en una playa veraniega, no puedo evitar llamar a un taxi e iniciar una expedición temeraria en plena noche.

Tal vez sea que la prima vera me esté cautivando después de que su mayor enemigo me dejará huella: la ola de frío siberiana. Eso o el afán de viajar, el mismo que impulsó a Colón a abandonarlo todo por una renacida esperanza..